Ser niño en edad escolar es muy duro, y como seas el nuevo, el «rarito», el feo o el torpe, mucho más.
Cuando Gerardo empezó en sexto de primaria en el cole nuevo porque sus padres se habían mudado, empezó también su pesadilla. «Gerardo, Petardo» le empezaron a llamar. Fuera a donde fuese tanto los niños de su curso como más mayores, le conocían como Petardo. Llevaba gafas y aunque era el más alto de su clase se tropezaba con frecuencia y en gimnasia no daba pie con bola y le llamaban «Gerardo, Desgarbo». En el primer trimestre, cerca de navidades llevo malas notas, pero comprensibles por el cambio de cole, la mudanza etc. Sus padres le animaron a seguir estudiando y a concentrarse. La vuelta de vacaciones y la vuelta a la pesadilla escolar.
Delante de los profesores los niños eran más o menos correctos con él, pero al salir del cole, en el corto trayecto a casa, le tiraban castañas. «Gerardoooo, Petardoooo»
Él se secaba las lágrimas en el portal, subía corriendo a casa para hacerse el sofocado y así evitar que su madre notase nada.
Comía muy poco, dormía muy poco, estudiaba muy poco, hablaba muy poco. No sonreía nada.
Y así pasaron los meses, hasta que en mayo no pudo más, saltó del muro más alto de su pueblo. Lo encontraron al anochecer, cuando sus padres se extrañaron que aún no había vuelto a casa, cuando preguntaron en el cole y les dijeron que ese día no había ido a clase, cuando preguntaron a un chico de su clase y éste les contestó, «Quién, Petardo?»
Salió en todos los telediarios, todo el mundo se echaba las manos a la cabeza, los padres no entendían lo que pasaba, los profesores no podían imaginar que era tan grave, los alumnos no salían por la tele, nadie le defendió, nadie quiso salir hablando del niño nuevo, del niño Desgarbo.
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| Imagen bajo licencia de Creative Commons by Fede Racchi |
Muchas veces, lo que empieza siendo cosas de niños, acaba en tragedia como esta semana, que ha pasado muy desapercibida en las noticias por culpa de las elecciones.
Este relato es pura invención, pero la realidad supera muchas veces a la ficción. Y mirar para otro lado nos hace cómplices. Tenemos que estar muy pendientes de las señales, de los cambios de actitud, del encogimiento de hombros, de las ojeras, de la falta de sueño o de apetito, de los dolores de tripa, de la falta de ganas de ir al cole, del bajón en las notas. Y también desde el otro lado, de la actitud, del cambio en el vocabulario, de los retos que nos plantan en casa, de cómo les enseñamos a afrontar la vida. De su comportamiento con otros niños, en el parque, con otros familiares, en el patio.
No me puedo creer que nadie, de un lado o de otro, sean capaces de ver ni notar nada raro.
No me puedo creer que en los tiempos que corren, aún el que no pega o insulta sea el raro de la clase.
No me puedo creer que el que afronta la vida con orgullo, con valor, con autoestima alta, sea el blanco de muchos «matones»
No me puedo creer que el acosado siga teniendo que cambiarse de cole, mientras que al acosador «sólo» le expulsan unos días.
Ya me desnudé una vez, y no me importa volver a hacerlo si con eso se consigue que el bulling deje de ser noticia.
Como dices, yo tpc me creo que nadie note nada. En este caso en particular, lo triste es que los profesores se han estado quejando, lo triste es que llevabn poniendo denuncias en comisaría un mes, lo triste es todo lo que ha pasado esa niña yendo cada mañana al instituto, lo triste es que esos padres se hayan topado con un muro. Lo triste es que, x razones que no dicen ese niño no podía ser expulsado de clase x no sé qué circunstancias familiares… Y la solución no es cambiarles de instituto ( a los acosadores)… Pffff. Miedo me da el futuro de mis hijos si se topan con un niño maltratador…
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Y tanto Nessa. Sólo de pensarlo tiemblo… gracias por pasarte Guapa! Qué horror que esta pesadilla siga ocurriendo. Ojalá nuestros niños sean capaces de darle la vuelta y cambiar el futuro
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