Un besito

un besito o como educar a los niños contra el abuso infantil. Charlando en el patioDesde que tengo memoria, recuerdo las excursiones al monte, las salidas en furgoneta a la costa, los domingos de comida con los amigos, los grupos de niños y niñas que nos juntábamos, los amigos de padres tenían el que menos dos hijos, y el que más cinco, de diferentes edades, y entre todos montábamos unas «fiestas». Me acuerdo de los juegos de mesa, de las chuches, de los besos robados, de la palmadita en la espalda… o era en el culo.

Me acuerdo que había un padre que nos daba una piruleta de corazón si le dábamos un besito. Era normal, todo el mundo lo hacía, todas las chicas del grupo, nos íbamos con nuestra piruleta de corazón y eso significaba que él se había llevado un besito. Cuando me hice un poco más mayor me sorprendía cómo tenía semejante arsenal de piruletas en el maletero del coche. Te cogía de la mano y te llevaba al coche para que cogieras la que quisieras. Y mientras elegías te tocaba la espalda y te hacía cosquillitas. Qué majo era!

Sus hijos siempre estaban jugando al balón, no tenía hijas, sólo chicos. Y claro, a las niñas nos trataba como princesas.

Recuerdo sin embargo un día, que una de las chicas de la pandilla, un poco mayor que yo, salió llorando de detrás del coche.

Pasaron los días, las semanas, y aquella familia no vino más a las salidas al monte. Las piruletas del coche se acabaron, empezó a darnos monedas de cinco duros por cada besito.

Mis padres dejaron de salir los fines de semana porque les salió trabajo los domingos a la tarde y ya no podíamos ir.

Al cabo de los años, ya de mayor, leí una pequeña nota de prensa en el periódico. Pasaba casi desapercibida, pero me llamó la atención el titular, «piruletas a cambio de besitos»

Habían detenido a un hombre mayor por abusar sexualmente de varias niñas de su barrio, ganándose su confianza con piruletas. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, pensé en mi infancia, en aquellos besitos que yo no quería dar, aquellos juegos que no entendía de debajo de la mesa, aquellas miradas que no me gustaban pero que tampoco entendía. Pensé en mi entorno, nadie sabía nada, nadie sospechaba nada, nadie veía nada raro. Cómo me hubiera gustado en ese momento hablar con la hija de aquellos amigos que salió llorando de detrás del coche.

Evidentemente esto es una súper historia inventada, pero quiero reflejar lo doloroso que puede resultar para un niño o niña pedirle que dé besos a alguien cuando no quiere, os imagináis todo lo que pasa por su cabeza cuando sufre abusos en su entorno más próximo? Y un beso, reiterado y con solicitud de algo a cambio, para mi es un abuso.

Nunca me ha gustado exigir a los niños que den besos si no quieren. Y menos si yo no los doy. Si en ese momento no quiere dar besos, no obliguemos a darlos. Tienen que ser libres de hacerlo. Libres. Y eso significa darlos porque quieren, porque le sale, porque se lo pide el cuerpo, no por nada a cambio, ni porque te lo haya dicho alguien.

Y todo esto viene de aquel día que subí a la radio y Eider me contó su necesidad de hablar de los abusos en la infancia. De cómo enfocarlo, del tabú que supone hablar de ello, de tantas cosas….

Aunque últimamente no suelo escribir temas sobre maternidad, quiero aprovechar que estamos en pleno verano en el que nos juntamos con gente que nuestros hijos ven menos o que saludamos a unos y a otros, tengamos en cuenta sus sentimientos y sus necesidades de decidir a quien besar. Estaremos educándoles en su privacidad, intimidad.

Aprovecho estas líneas para desearos un muy buen y feliz verano 2017. En breve cogeremos unos días de descanso y volveremos en septiembre con más temas sobre educación digital salpicados de temas de actualidad (ni que lo digital ya no fuera actual)

Espero veros por aquí. El patio coge vacaciones pero os atenderé gustosamente en el correo electrónico que se viene conmigo de vacaciones.

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