Y no me refiero precisamente a los bichitos que pululan por ahí, sino a la fauna humana que habita en el parque. Hace un tiempo, cuando hacía más calorcito, batí un record de estancia en el parque, con dos horas y media. Cuando llegué a las 10:15 no había nadie, claro. Aprovechamos para hacer deporte, frontón, balón-gol etc. Luego ya van llegando los “habitantes” del parque.
Están los viejitos andarines, que van contando las vueltas que hacen y ese es su deporte diario.
Están los que van con pan y periódico a leerlo al sol,
Están las mamis que tienen hijos mayorcitos y se sientan en un banco a leer y no hacerles ni caso, y ahí es donde he tenido que intervenir. Dos niños de unos 8 años, en el columpio comiendo chucherias (que me dará para otro post). Uno de ellos se acaba la bolsa que estaba tomando y la tira al suelo sin más. Oye pues no me he podido resistir:
– “Se te ha caído ese papel. Mira tienes una papelera justo detrás y otra a tu derecha”.
Lo coge un poco morrudo el tío y lo tira y le hace un gesto a su amá. Ésta no le dice nada (ni bueno ni malo) y yo remato la acción diciéndole, “has tenido que hacer el doble de trabajo por el mismo precio”.
Jolín! Sino educamos a nuestros niños desde pequeños en gestos tan simples, cómo vamos a pretender que de mayores sean cívicos y respetuosos. Yo suelo tener el bolsillo lleno de papeles, plásticos, envoltorios y demás, hasta que encuentro una papelera.
Va muy al hilo del post de hace unos días de «parir no te convierte en madre»
Hasta mañana.