Una carrera de fondo, en busca de la felicidad

Le avisé que yo no sería la madre de sus hijos

Cuándo era joven y me bajaba la regla me cabreaba porque siempre venía cuando menos lo esperaba, o dos veces al mes, o en los viajes, o en plenos exámenes, o varias veces durante los meses de verano. A medida que iba creciendo e iba al médico para saber por qué mis reglas eran tan dolorosas y abundantes, iba alentando a mi cerebro y a mi madre, que yo jamás sería madre. Que no me presionara, que ya estaba yo para agobiarme. Con ovarios poliquísticos y otras cosas peores, la maternidad iba a ser complicada, sino imposible, y además dolorosa y por supuesto costosa.

Cuando la relación con mi pareja se empezaba a afianzar y ver que aquello no era un rollo de verano, le comenté que yo no iba a ser la madre de sus hijos. Le avisé que tendría días en los que no podría levantarme de la cama, le avisé que en «esos días» iba a ser más hormonas que mujer. Le avisé… y no le importó. Al contrario, me apoyó, me ayudó, y pasa conmigo esos días con mucha paciencia.

Hace unos años me pidió acompañarme al ginecólogo en mis revisiones anuales, porque quería pedirle su opinión, quería oírlo de sus labios, quería saber si realmente era imposible ser padres biológicos. Y no nos dieron un no rotundo, por lo que un pequeño rayo de esperanza se abrió en mi sombría cabeza.
La gente pide préstamos para comprarse un coche o una casita en la playa, nosotros pedimos un préstamo para tener hijos. Para hacernos los tratamientos correspondientes, para subir y bajar en una montaña rusa de hormonas.

Primer intento, pruebas, tratamientos, pinchazos, y llegó el día de la intervención en la que nuestro mundo cambiaría. O no, porque nunca la primera vez suele ser la definitiva.

Segundo intento, pruebas, tratamientos, pinchazos, más reposo que la primera vez. No te muevas tanto como la última vez. Bebe más agua, duerme de costado.

Tercer intento, pruebas, tratamientos, pinchazos, reposo absoluto.

Cuarto intento, pruebas, tratamientos, pinchazos, reposo absoluto, pruebas, pastillas contra las nauseas, pastillas para paliar los dolores y nueve meses después de un reposo relativo, llegó nuestro pequeño milagro. Nuestro deseo de ser padres, nuestra ansia por abrazar a un ser tan soñado. 


Sigo con mis dolores cuando me baja la regla, pero he colmado mis expectativas respecto a la maternidad. Por suerte, nuestro pequeñín es un chico y no pasará por los dolores y quebraderos que he pasado yo, o quizá sí, quizá tenga una mujer que se parezca a su mamá. 

No es mi historia. Es la historia de muchas mujeres cercanas o no, que pasan por montañas rusas hormonales en las que su deseo de ser madres se trunca una y otra vez. Pero allá al fondo hay esperanza. Hay un pequeño rayo de sol que puede obrar el milagro. 

A veces las que somos tan afortunadas de quedarnos embarazadas sin más no nos damos cuenta de la suerte que tenemos. No agobiemos, no preguntemos, no demos nada por sentado. 

9 thoughts on “Una carrera de fondo, en busca de la felicidad

  1. Gracias María. He querido puntualizar que no es mi historia, pero he querido empezar en primera persona. Para ponernos en la piel de otros.
    Tengo tanta gente a mi alrededor que me apetecía escribir algo que les diera voz.
    Gracias por pasarte!

  2. Yo he pasado por ello y es tan verídico como la vida misma. Me gustaría decir a todas las que estén pasando por ello que no pierdan la esperanza. Que al final se consigue y sin darte cuenta, cuando menos lo esperas puedes tener un segundo sin ningún medio como ha sido mi caso. Besos.��

  3. Penélope, Muchas gracias por dar tu opinión. Y felicidades por ese pequeñín.
    Quería ofrecer un pequeño rayo al final del túnel, que una cuando está metida no lo puede ver.
    Un abrazo!

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