al agua patos!

¿Cuántas vidas tienen las personas? ¿Existe la buena suerte? ¿Cuántas veces puedes tentar a la suerte y salir ileso?
Con siete años aproximadamente empezó mi segunda vida, después vendrían muchas más, creo que ya he cumplido el cupo, pero aquella primera vez me marcó para siempre y me creó un trauma que aún no he podido superar. 

Dos preciosas niñas tiraban piedras a un río agigantado por el deshielo del incipiente comienzo de la primavera
Dos preciosas niñas tiraban piedras intentando que llegaran a la otra orilla. 
Cogiendo guijarros aquí y allá. 
Sus padres descansaban y parloteaban tranquilamente en el bar de enfrente, escasos 15 metros. 
De repente el pie de una de ellas resbaló y cayó al agua una preciosa niña de menos de veinte kilos de peso. El agua bajaba brava y no tardó nada en engullirla y arrastrarla corriente abajo. 
La otra niña fue en modo chivato a decirles a los tranquilos y confiados padres que pese a la prohibición de bañarse, su amiga se había tirado al río. 
Todos, padres y amigos, saltaron de sus sillas y corrieron al río, a rescatar a la niña. 
Sólo se le veían las trenzas rubias saltar por entre la corriente. 
Por fin, un ágil señor, amigo del padre de la criatura la cogió cuando el río abandonaba los terrenos conocidos, y se empezaba a adentrar en una senda más grande. 
La cogió en volandas y entre todos la taparon entre toallas. 
La mamá de la criatura estaba sentada en el suelo, medio mareada, pensando que había perdido a su niña para siempre. Sin saber que esa iba a ser la primera de muchas veces que su hija iba a estar al borde de la muerte. 

Los efectos secundarios para esa niña fueron 15 días de afonía y, 
  • La imposibilidad de aprender a nadar bien nunca en su vida. 
  • Imposible meter la cabeza debajo del agua. 
  • Imposible pasear junto al muelle sin alterarme.
  • Imposible ver a un niño al borde de la piscina sin estar pendiente, aunque sepa nadar estupendamente.
  • Imposible tirarme de cabeza de ningún sitio. 

Gracias a la niña chivata yo hoy estoy viva. Esta entrada la he escrito no para contaros mi vida, sino para que entendáis que dejando solos a los niños cerca del agua sepan o no nadar puede ser muy peligroso. Movida por el post de Marisa  y por el de Zulema me animo a escribir sobre este tema. Nadie puede entender la fobia que tengo al agua, si no vives una experiencia como la mía. Y pese a mi corta edad, me acuerdo perfectamente de todo. De cómo me caí, de cómo me entraba agua mientras intentaba sacar la cabeza, de cómo ví a mi madre sentada en el suelo arenoso junto al río, de cómo me abracé a mi padre y no podía soltarme, de las pesadillas posteriores, de lo difícil que se me hizo aprender a nadar ese invierno, me acuerdo perfectamente de todo. 

No dejéis sin vigilancia a vuestros hijos. No es cuestión de meterles miedo, pero sí que sean respetuosos con el agua, prudentes, responsables. No hay medias tintas, si no lo haces bien, te juegas la vida. 

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