Y un día me apagué

Leyendo el post de Cata me ha hecho recordar por lo que pasé (pasamos) en el 2009.
 
Para los que no lo sepáis os voy a contar el periplo que sufrimos mi familia y yo durante 15 días, y así me desahogo y les doy las gracias públicamente y desde este humilde Patio a mis padres, a mis hermanos y cuñadas, a mis sobrinos mayores, a mis mejores amigas, a mi marido y a mi hijo mayor.
 
Todo empezó una mañana en la que intenté coger a ADRN en brazos para darle el biberón y no podía levantarle, las piernas no me sostenían, y la cabeza me martilleaba por dentro. Tuve que llamar a mis padres para que vinieran a buscarme y a ayudarme. Mientras llegaban yo me tumbé en el sofá y el peque me acariciaba la cara diciendo «amamamama» (lloro cada vez que lo recuerdo). Cuando entraron mis padres por la puerta, apenas podía abrir los ojos, y la cabeza estaba a punto de estallarme. El martilleo era brutal. Llamaron al ambulatorio y enseguida vino una doctora. Poco tuvo que mirarme, en el pasillo les dijo a mis padres lo que yo ya pensaba (en aquellos tiempo echaban por la tele Hospital Central, y me sabía todos los síntomas) meningitis. Hay que hacerle pruebas y ver de qué tipo es.
Yo a partir de aquí, tengo ligeros flashes de memoria en la ambulancia, en los boxes de urgencias, y la siguiente vez que abrí los ojos habían pasado dos días. Lo primero que vi cuando abrí los ojos esa vez, fueron unas fotos de ADRN pegadas en el cristal de la UCI. Parece ser que las pusieron ahí mi madre y el susodicho para que cuando despertara las viera y me animara. Eso suponiendo que fuera a despertar. Las noticias que les llegaban a ellos eran desgarradoras, y muy crudas. Estuve a punto de irme al otro barrio, por suerte me cogieron muy a tiempo, siempre digo que me salvé gracias a ADRN. Llego a estar sola en casa y me encuentran en la cama.
 
A partir de que te pasa algo así, y vives para contarlo, igual que un cáncer o un ictus, o cualquiera de esas enfermedades que hace que te de un vuelco la vida y pienses que es el final, te replanteas muchas de las cosas que hacías en la vida, como por ejemplo:
  • Comprarte una buena botella de vino, y guardarla para un buena ocasión. Cualquier momento es una buena ocasión, así que ahora, vino que me compro, vino que me bebo.
  • Decir «te quiero» a tus hijos de vez en cuando. Pues no, decírselo en cada despedida y en cada amanecer, porque ellos se merecen saber que les quieres.
  • Hacer planes a futuro, pues tampoco, planificamos escapadas y planes para cada fin de semana.
  • Quedar con los amigos más adelante. No, ponernos un día y una hora e intentar cumplir con la cita porque nunca sabes cuando vas a poder volver a quedar. Y disfrutar de esa tarde o esa mañana como si fuera la última.
  • Reírte poco, por el que dirán. Anda! Ríete bien que relaja un montón. Y sobre todo ríete de ti misma.

(Estos consejos los comparto con esas personas más o menos cercanas que están pasando por algo así. Ánimo Guapa porque de esta saldréis muy bien reforzados. Y como ya te dije el 2015 será tu gran año. Ya lo verás. )

El periplo en la residencia duró unos 10 largos días, con sus correspondientes noches. En el que estuve plenamente acompañada. Cada vez que pienso en aquellos días y en aquellas noches, en el que todo el mundo tenía su propia vida para vivir, y en cambio la pasaron conmigo haciéndome compañía, me emociono porque tengo una familia maravillosa que (me) acompañó y cuidó de mi retoño como si no pasara nada, hay que mirar esa carita y decirle que la ama está trabajando sin que se te salten las lágrimas y sin saber si ese pequeñín iba a volver a ver a su ama.
Guardo en mi memoria el gran abrazo que me dio con sus pequeños bracitos rodeándome y dándome sus pedorretas.
En fin, es una etapa zanjada pero nunca olvidada, es lo más fuerte que me ha pasado y mira que he estado veces a punto de irme pero quizá el tener un hijo haya hecho que esta vez fuese más intensa, además de la gravedad del asunto.
Quería compartir con vosotros no el hecho de la enfermedad en sí, sino esa red invisible que tenemos a nuestro alrededor que nos hace salir adelante cuando nos «rompemos».

Desgraciadamente tiene que ser con estas cosas cuando nos damos cuenta que no somos superwomen, que no podemos con todo, que tenemos que pedir ayuda, y menos mal que la pedí! Y desde aquí, aunque ya lo hice en su momento, vuelvo a agradecer a los que pasaron las noches conmigo, a los que me visitaron, y a los que cuidaron de mi pequeña familia de dos, a mis aitas, y a mis chicos.

 

 

10 thoughts on “Y un día me apagué

  1. MUCHÍSIMAS GRACIAS MAIDER!!! Me he emocionado mucho mucho mucho, pero te he sentido muy cerca. Quiero que sepas que he empezado a hacer caso a tus sabios consejos. Un superabrazo virtual

  2. No sabía esta historia. . .tuvo que ser muy duro pero como vemos de aquello salió una moraleja MARAVILLOSA!Gracias por compartirla!

  3. Maider, que eres especial se nota en tu personalidad arrolladora. Yo también le doy las gracias a tu rubio: gracias a él, pues, te he conocido.
    Besazos,

    Irantzu

  4. Irantzu, gracias por pasarte. Fue un trago duro pero ya está superado. Qué bien que nuestros caminos se hayan encontrado. Espero que nos mantengamos en contacto. Un besazo Wapa!

  5. Una historia dura pero real, no somos superwomans ni son superpapás. No sabemos los percances que nos tiene preparada la vida así que todos esos consejos bienvenidos sean.
    Un super abrazo y gracias por compartir tu historia, Maider!

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