¡Te odio!

Vuelve otra historia inventada al Patio. Vuelven los sentimientos encontrados y las culpas y … 


¡Te odio! 


Eres lo peor que me he encontrado nunca

No sabes hacer nada bien

Tus comidas son una mierda

Siempre llegas tarde.

Que mal vestida vas. Y esos pelos de loca que llevas

Todo el día en casa sin hacer nada bien. 

¡Te odio! Eres la peor madre del mundo! 

Y así un día y otro y otro más. Un día era una frase y otro día era otra, pero siempre acababa con la misma, ¡Te odio! Dos palabras que retumbaba en sus oídos. Una y otra vez. 
Al principio lloraba cuando las oía. 
Al principio se sentía mal cada vez que las escuchaba, incluso culpable por hacerle sentir así a su hijo. A lo que más quería. Cómo era posible que aquél niñito al que acunaba no hacía mucho se hubiera convertido en algo así, apenas diez años y le dominaba por completo. 

siluetas gritando
En cualquier otro sitio y circunstancia, todos esos desprecios hubieran sido considerados malos tratos, pero saliendo de un niño pequeño, se consideraban chiquilladas. Pero hacen el mismo daño. O más. Porque ese al que llevaste en tu vientre, ese al que alimentaste con tus pechos, ese al que enseñaste a andar y a dar besos de mariposa, ahora te reta desde su metro veinte. 

Al principio lloraba, pero pasado el tiempo ella misma se ponía a su altura, le gritaba, le insultaba, le zarandeaba, y también le odiaba. Le odiaba tanto que había días que daba patatas a las puertas para no golpearle a él, porque como lo cogiese en ese momento de rabia…. prefería no pensar en lo que le haría. 
Le odiaba tanto que estaba deseando que se fuera al colegio para quedarse sola. Lo dejaba en el comedor todo el día para no verle en nueve horas. 
Le odiaba tanto que no se aguantaba. Que veía a un niño llorando en la calle y le daban ganas de azotarle. 
Le odiaba tanto como le había deseado cuando era un bebé. Le odiaba tanto que moría por dentro. 
Le odiaba tanto que terminó en la bañera con las venas abiertas y un ¡Te Odio! escrito en la pared con un dedo tembloroso, y allí le encontró su hijo de metro veinte, que en ese momento lloró como el niño que era. Porque su odio hacia su madre era incontrolado, incomprendido, altamente dependiente, necesitado de mucha comprensión en esos momentos en los que perdía los nervios y no sabía como controlarlos, y lo pagaba con la persona que más quería en este mundo, a la que hiciera lo que hiciera, siempre estaría ahí para él. Pero no, su mamá no aguantó el peso. No aguantó la soledad que padecía, no aguantó su tiranía ni su mal comprendida falta de control, mal gestionada emoción. No lo aguantó. No le entendió. No le supo poner remedio de otra manera. 

Tranquilos, es un historia inventada, no está basada en hechos reales cercanos, pero llegó a mis oídos una historia que me hizo pensar. Una historia en la que el niño/niña no puede controlar sus sentimientos, sus emociones, no sabe poner en palabras lo que siente y lo paga con la violencia verbal y a veces física. Y en realidad no le odia, le adora, es lo que más quiere en el mundo, a su madre, y quizá por eso es con ella con quién más conflictos tiene. Pero esa madre no es de piedra, y no puede gestionar toda esa ira, toda esa rabia, no le han enseñado a trabajarla. 
Aprender a identificar, controlar y expresar las emociones es algo que deberíamos desde pequeños. Poner nombre a lo que nos pasa es fundamental para entender y controlar. 

2 thoughts on “¡Te odio!

  1. Gracias Cata. Me ha costado escribirla porque pensé que sería demasiado exagerado, pero me consta que puede llegar a ser real.
    Muchas gracias por tu comentario y grandes consejos.
    Un abrazo

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